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viernes, 19 de abril de 2013


Un buen día la ves. No te llama la atención. Es alguien más. La vuelves a ver. Te la cruzas casi a diario. Despierta tu curiosidad. Imaginas cómo será su vida. ¿Tendrá chico? La idealizas. Te da vergüenza hablarle. Te decides a hacerlo. ¿Qué pierdes? Te presentas. 2 besos. La oyes. Tiene una voz más grave de lo que habías imaginado, pero no está del todo mal. Te sonríe. Sonreís. Pelo largo. Perfume olor vainilla. Se muerde las uñas. Hace buen tiempo, ¿no? Habláis. Habláis. Habláis. No piensas en nada más que en hablar con ella. Tus expectativas crecen. La sigues idealizando. Descubres que le gusta escribir. ¡Joder! No lo hace mal. Escribe un nuevo texto. Comienzas a leer entre líneas. Piensas que escribe sobre ti. ¿Por qué iba a hacerlo? No seas egocéntrico, anda. Y descubres que sí, que escribe sobre ti. ¿Un café? A las seis, en el centro. Habláis. Habláis. Habláis. Ves que tenéis cosas en común. Hobbies similares. Misma música… Tu cabeza empieza a pensar precipitadamente en el futuro. Boda no, pero niños…Tengo que pensar nombres. Bueno, si eso ya que decida ella.

Le hablas de tu última chica, para ver cómo reacciona. Te comenta que es una pena, que ojalá volváis y que dónde hubo fuego… ¡Maldita sea! Sólo me ve como un amigo. Seguro que lo hace para disimular. Falsa, es una falsa. Haz algún gesto para saber que te incomoda el tema. Ojalá sintiese celos. Pero no, no los siente. Será zorra… No le importa con quién follo. Mantén la calma. No pasa nada. La veré como una amiga. ¿¡Para qué coño quiero tener más amigas!?

Ha pasado un tiempo. Tiempo en el que has pasado olímpicamente de ella. Ambos lo habéis hecho. Pero vuelve. Te busca. Desconfías, pero quedáis. ¿Unas cañas? A las diez, donde siempre. Y ves que hay tensión, mucha. Y es de la buena. Te lanzas. Acercas tus labios a los suyos, pero nada. ¡Joder! ¿A qué juega? Entonces te invita a su casa. Te lo piensas. Aceptas. ¿Una peli? De acuerdo. Sofá. Te arrimas. Ahora está más receptiva. Posas tu brazo sobre sus hombros. Sonríe. Te abraza. Se mueve. Te mueves. Gira su cabeza. Giras la tuya. Os besáis. Besos. Besos. Más besos. Y caricias. Aunque lo piensas no le dices “te quiero” no vaya a ser que se asuste y huya, pero… ¡es que la quieres! Y los besos continúan. A cualquier hora. En cualquier lugar. Cara de imbéciles. Mariposas en el estómago. Paseos por la ciudad. De la mano. “Te quieros” en persona y por teléfono. Ñoñeo. Ñoñeo. Más ñoñeo. Conversaciones eternamente cortas. Saben a poco. Te duermes pensando en ella. Te despiertas pensando en ella. Pero que quede claro, nada serio ¿ok? Ambos lo tenéis más que claro. Clarísimo. Y esta vez parece que no hay que huir. Todo muy bien. Todo muy bien. Fenomenal. Genial.


Mal. Muy mal. Todo mal. Fatal. El tiempo se eterniza. Me aburro. Me aburres. Te aburres. Nos aburrimos. Recuerdas entonces por qué huiste en otras ocasiones. Descubres los primeros defectos. Todas tus expectativas se van al garete. Quiero quedar. No, hoy no me apetece. Vale, muy bien, tomo nota. Que rabia cuando pareces quedar por obligación. No, si no quieres…pues nada. Vale. ¿Por qué no me llamaste anoche? Por favor, no me agobies. ¿Hacia dónde va nuestra relación? Intentas cambiarla. Sabes que no lo hará. Intenta cambiarte ¿pero qué coño se ha creído? No voy a cambiar por ella.

Llamadas de dos minutos. “Te quieros” que no son verdad. Ahora hay mucha tensión. De la mala. Muy mala. Asfixiante. Celos. Más celos. Putos celos. Irracionales celos. Discusión. Discusión. Discusión. Te grita como una auténtica loca con su mierda de voz. Inmaduro. Puta. Gilipollas. Zorra. Imbécil. Anda y vete con tus amigotes de fiesta. Reconciliación. Polvo de reconciliación. Más polvos de reconciliación. De nuevo discusión. Drama. Lágrimas. Discusión en cualquier lado. Reproches y más reproches. Celos y más celos.

Mientras tanto conoces a otras. Más celos. Y ahora con razón. Putos celos. Déjame en paz. Haz tu vida ¿Qué te importa a quién me follo? Y ahora piensas en esa otra. Sueñas con ella. La idealizas. Pero aunque no sois nada sigues estando con la otra, que no es la de ahora, sino la de antes. Dicen que las comparaciones son odiosas. Puede ser cierto. Pero es inevitable ¿Y qué tiene ella que no tenga yo? Todo, respondes para ti. Y es probable que te estés engañando a ti mismo, pero el odio te ciega.

Y al final te tiras a tu nueva amiga. Total, se supone que no tenías nada serio. Era así, ¿no? Pero resulta que sí, que sí lo tenías. Y se entera. Y menudo follón. Dices que lo sientes, que no querías hacerle daño. Y al final le haces daño. A ella. A ti. Sabes que te quiero, te quiero mucho. Pero no eres para mí. Hay más peces en el mar. Yo no te merezco. No eres tú, soy yo. Créeme. Va, no me lo pongas más difícil. Y huyes. Acabas siendo un cobarde. Adiós.

Adiós, hijo de puta. 

miércoles, 10 de abril de 2013


Cuando todo nos sale mal, cuando no estamos conformes con nuestras vidas, solemos tender a emprender huidas hacia adelante, correr y no afrontar aquello que nos trae de cabeza. Es curioso como muchos recurren al alcohol como vía de escape, bebiendo para olvidar y sin embargo, terminar recordándolo todo a cada trago.

Beber puede impedirnos articular palabra alguna y hasta podemos sentir dificultad para respirar. Pero a pesar de todo seguimos ingiriendo grandes cantidades de esa sustancia sin plantearnos los efectos que en nuestro organismo produce, como si fuese un líquido mágico, inofensivo.

A medida que vamos dando tragos el mundo que nos rodea empieza a parecernos mejor, menos hostil. Nos sentimos hipnotizados, eufóricos, confusos, anestesiados…y comenzamos a percibir a las personas que nos rodean menos adversas, los ruidos se vuelven música celestial y la música se vuelve más rítmica, vencemos de un plumazo nuestra timidez y todo empieza a ir más lento, cualquier cosa duele menos.

Y fue en aquel preciso momento cuando el alcohol jugó su papel, anuló mi conciencia, me hizo perder la verticalidad, dije “hola” al duro pavimento (ahora convertido en mullido colchón), me bajó la cremallera y me dejé llevar…


No me siento orgulloso, pero tampoco me arrepiento.


lunes, 1 de abril de 2013


El día había llegado. Despeinado y con las marcas de las sábanas aún en su rostro, Daniel observaba apesadumbrado como su pareja metía en una vieja maleta casi una vida entera.

Sabía que aquél no sería un día fácil. Hacía días que ya nada era fácil. Un torbellino de sentimientos contrapuestos le pellizcaba el estómago de manera tan intensa que borraba de él cualquier mínimo atisbo de sonrisa.

Motivos para sentir alegría existían. Por fin su chica iba a conseguir realizar su sueño. Tras meses de desasosiego y extenuante búsqueda había encontrado el trabajo perfecto. Pero para ello tenía que volar muy lejos, dejando atrás ese maldito país en crisis que no le ofrecía ninguna oportunidad de prosperar en aquello que ella siempre había deseado.

Él siempre la había animado para luchar por lo que tanto anhelaba pero, entonces, una vez conseguido, un fuerte escalofrío recorrió su cuerpo. Esa mañana, Daniel se dio cuenta de que no estaba preparado para seguirla…


Aeropuertos. Unos vienen, otros se van


[Dedicado a todos aquellos amigos, familiares y conocidos que han partido o tendrán que partir lejos en busca de una oportunidad]