Cuenta la leyenda que ya nunca compartiremos
amaneceres sobre el mismo lecho, que tus labios jamás volverán a morder los
míos, que ya no podremos declararnos la guerra en el ascensor para más tarde
firmar armisticios en la cama.
Los maledicentes comentan que no volveré a
reírme de tus palabras mal dichas, ni tú lo harás de mi manía de dormir siempre
en pijama. Que no volverás a recibirme en aquella fría estación de autobuses,
que no podremos volver a dormir fugaces siestas abrazados y que ya no comeremos
como auténticas bestias en el buffet oriental de aquél centro comercial.
También dicen que ya no recibiré tus mensajes
cariñosos de buenas noches ni compartiremos tardes de café en aquél romántico local
con velas en sus mesas y miles de antiguallas decorando sus paredes.
Tampoco podré disfrutar de esos pelos casi
siempre despeinados, de ese caminar titubeante, de tu maldito olor a ese perfume
que tanto me gustaba, de esa sonrisa que siempre llevabas y de ese no sé qué, que
me hacía estar a gusto, como si te conociese de toda la vida y que hacía que cualquier problema disminuyese
en importancia.
Y sí, es cierto, PUDIMOS SER ETERNOS pero fuimos
efímeros en el tiempo. Sólo logramos escribir y ser protagonistas de un cuento breve.
Pero lo que nadie nunca podrá impedirme es que será un cuento que leeré mil
veces…
Es tan corto el amor y tan largo el olvido