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martes, 10 de septiembre de 2013

Lo siento, pero no puedo aguantar más. Ya no te quiero. Mañana, cuando estés en el trabajo vendré a por mis cosas” rezaba la escueta nota que descansaba sobre tu lado de la almohada aquel amanecer.

Siempre he intentado buscar alguna razón para intentar explicar el por qué de las cosas, por qué me suceden a mi, por qué me suceden con una determinada persona, por qué de esa manera y no de otra, por qué en ese instante.

Es posible que me aterrorice pensar que nuestra vida no depende más que del karma o del azar y por ese motivo caiga en el error de intentar buscar una explicación, por absurda que sea, a todo lo que me sucede.

Realmente no sé cuál fue el provecho que intentaste sacar de mi, si quizá te serví para ordenar tu desordenada cabeza y aclarar tus ideas. Imagino que no hubo ningún motivo para estar juntos, pero me abandoné a la ilusión de encontrarlo algún día.

Una vez me dijeron que es muy probable que un “te odio” sea el último “te quiero” que le dices a una persona. Quiero que sepas que te odio.


"Te odio" Los seis días (con Santi Balmes)


martes, 25 de junio de 2013


Cuenta la leyenda que ya nunca compartiremos amaneceres sobre el mismo lecho, que tus labios jamás volverán a morder los míos, que ya no podremos declararnos la guerra en el ascensor para más tarde firmar armisticios en la cama.

Los maledicentes comentan que no volveré a reírme de tus palabras mal dichas, ni tú lo harás de mi manía de dormir siempre en pijama. Que no volverás a recibirme en aquella fría estación de autobuses, que no podremos volver a dormir fugaces siestas abrazados y que ya no comeremos como auténticas bestias en el buffet oriental de aquél centro comercial.

También dicen que ya no recibiré tus mensajes cariñosos de buenas noches ni compartiremos tardes de café en aquél romántico local con velas en sus mesas y miles de antiguallas decorando sus paredes.

Tampoco podré disfrutar de esos pelos casi siempre despeinados, de ese caminar titubeante, de tu maldito olor a ese perfume que tanto me gustaba, de esa sonrisa que siempre llevabas y de ese no sé qué, que me hacía estar a gusto, como si te conociese de toda la vida  y que hacía que cualquier problema disminuyese en importancia.

Y sí, es cierto, PUDIMOS SER ETERNOS pero fuimos efímeros en el tiempo. Sólo logramos escribir y ser protagonistas de un cuento breve. Pero lo que nadie nunca podrá impedirme es que será un cuento que leeré mil veces…


Es tan corto el amor y tan largo el olvido


lunes, 3 de junio de 2013


-  ¿Sabes? Siempre he pensado que todo el mundo sueña en el fondo con ser la oveja negra del rebaño, con salirse un poco del redil aunque sea de vez en cuando

-   ¡Anda ya! Pues… yo no

-   ¿Por qué no? Pero si la oveja negra es la diferente, la única… ¡es la mejor!

-   Pero es que yo soy normal, siempre me he considerado tremendamente normal

-  ¿Prefieres entonces ser la oveja más blanca, la más bonita, la que más lana da? Eso es un coñazo, un auténtico aburrimiento

-  Que va, simplemente quiero ser una oveja más. No destacar demasiado, pasar desapercibido ¿qué diablos tiene de malo?


-  Joder, no sé, eso me parece más aburrido aún. Yo que sé, si no quieres ser la negra bajo ningún concepto… lo mejor sería intentar ser la mejor de entre las blancas

-   ¡Que no! De verdad, no insistas. Gracias, pero no

-   Pero ¿¡Por qué!?

-   Porque la mejor de las ovejas… siempre acaba trasquilada


viernes, 17 de mayo de 2013


Abstraído del incesante trasiego de pasajeros y tendido en el incómodo suelo del aeropuerto, con la cabeza recostada sobre las piernas de su chico, repasaba con atención la lista que en una vieja libreta había elaborado sobre los lugares más interesantes para ver durante su visita, mientras esperaban el momento de embarcar.

Estaba nervioso. Cada vez veía más cerca el momento de cumplir uno de sus sueños. Un sueño que incluía mar, trenes, desnudos, caricias, lluvia, canales…

Pero su historia no empezaba ahí, su sueño no empezaba entonces, sino meses antes con una conversación muy especial y aquella frase: “nunca sabes donde puedes terminar, o empezar”. Momento en el cual “dejarse llevar” le sonó demasiado bien y justo entonces comenzó todo aquello.

En realidad ese sueño lo tenía desde hacía años y ahora, en esa ciudad, sólo deseaba poder cumplirlo. Lo había imaginado miles de veces, fantaseando en solitario con cómo sería. Muchas veces dio por hecho que sería un momento cualquiera, que no sería como tantas veces había soñado, que nunca encontraría a la persona idónea para realizarlo pero, finalmente, la ficción de su mente se vio superada por la realidad.

Lleno de impaciencia tomó de la mano a su chico y corrieron hacia el canal. Ya frente a la balaustrada sacó de su mochila su teléfono móvil, conectó los auriculares y compartió uno de ellos con el responsable de que estuviese allí. Le dio al “play”.

La lluvia los empapaba pero era algo que no importaba, también formaba parte de su sueño. Y abrazados, con sus frentes unidas, observaban como los viandantes corrían a resguardarse del chaparrón mientras todo a su alrededor se quedaba totalmente vacío. ¡Están locos!, pensarían los turistas.

Y entonces, sellando sus labios con pequeños besos, trazaron la frontera entre siempre o jamás mientras no paraba de llover sobre el canal ¡Era la canción! ¡Estaba viviendo “su” canción! ¡Estaba viviendo ese momento que siempre había soñado vivir! Y no podía dejar de pensar en ello. Ese momento se volvió eterno y los acordes del tema sólo se veían interrumpidos por el ruido de la lluvia cayendo en aquella corriente de agua que llevaba hasta el mar.

Su sueño tan sólo duró 5 minutos y unos cuantos segundos. Quizá sea poco tiempo, pero era lo que tenía que durar exactamente para que aquel momento estuviese por siempre en sus mejores recuerdos.  

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"Copenhague" Vetusta Morla


miércoles, 1 de mayo de 2013


Con la única compañía que le ofrecía su premeditada soledad y su desgastada mochila de cuero se decidió a encarar la cuesta arriba con el propósito de llegar a la elevada cima en busca de su destino, de sus sueños y anhelos.

Pero pronto vio que su caminar iba a ser más complicado de lo que en principio había imaginado. En su mochila, aparentemente ligera, había guardado su ilusión por ciertas cosas. También guardaba en ella todos aquellos libros que comenzó a leer pero no acabó y dejó para “otro día”; todos aquellos propósitos que se hacía al comienzo de cada nuevo año y que rápidamente caían en el olvido.

Poco a poco su mochila se había ido llenando de multitud de cosas tales como todos los proyectos que en su momento quiso llevar a cabo y acabó abandonando; todas las cosas que tenía que decir pero nunca se atrevía; todos los besos que nunca tuvo el valor de dar; todos los “te quiero” que no tuvo el valor de expresar; todos los viajes que nunca se decidió a emprender…

Su desilusión, su falta de voluntad y determinación, su cobardía y el simple hecho de que el peso de su mochila era cada vez mayor, lo que le suponía un mayor esfuerzo para continuar ascendiendo, hicieron que fuese dejando todas esas cosas para “otro día”.

Acabó pesándole tanto que continuar caminando hacia su meta se había convertido en una ardua tarea, pero no podía deshacerse de todas esas cosas si no las terminaba porque eran fundamentales para poder tener acceso a sus sueños.

Finalmente, preso del agotamiento y dándose por vencido, volvió una vez más a abandonarlo todo y jamás pudo terminar aquella cuesta, quedándose a mitad del camino de su destino, en un lugar llamado fracaso.